sábado, 31 de enero de 2009

¡A jugar!



De chica era bastante tímida, tanto tanto... que bastante es un artilugio literario solamente. Mamá siempre me decía: "Vani, tenes que salir, así nunca vas a conseguir novio encerrada en casa" No es que ella me impulsara a noviar... ese impulso (empujón) empezó a darmelo sólo cuando cumplí 30 y por tener muchas ganas de ser abuela.

Un día, sin embargo, para mi sorpresa, la realidad la contradijo. Frente a mi casa se mudo quien fue mi primer amor. Mi vecinito de enfrente... ustedes saben, los zapatitos me aprietan, las medias me dan calor... y el vecinito de enfrente me tiene loca de amor.

Sin embargo, aún cuando un vecinito libre y buen mozo golpeó a mi puerta, eso no significó que le haya abierto la misma al amor. En lugar de eso, yo le contesté, casi sin titubear, mientras él me decía que tenía un novio para mí... "yo no quiero un novio". Sistemáticamente respondí "NO" a todos aquellos a quienes hubiera querido decirles "SI" durante buena parte de mi vida. ¿Por qué? Por miedo.

Castañeda habla de cuatro demonios a vencer por el hombre a lo largo de su vida: el primero de ellos el miedo. Yo he logrado identificarlo, he logrado hacerle frente aunque no siempre encuentre armas suficientes para vencerlo.

La primera forma que encontré de hacerle frente fue a partir de la confianza. No sólo la confianza en aspectos superficiales de mi persona, sino la confianza en mi capacidad para establecer vínculos y mi valor como ser pensante y amante -si es que el término aplica-. A partir de esta confianza he salido al juego con un ansía de goce y de diversión. A muchos podrá no gustarle lo que hago... pero la confianza tiene también que ver con la capacidad de aceptar que no le gustaremos a todo el mundo y que, en definitiva, si seguimos lo que nos dicta nuestro corazón daremos con quien esté en condiciones de comunicarse con él.

Vanina

http://www.derechoaroce.wordpress.com


viernes, 30 de enero de 2009

El hincha de racing

(o mi novio barrabrava)
bla bla bla


Cuando me invitaron a hablar mal de los hombres no lo dudé: a mi juego me llamaron. Automáticamente busqué en mi disco rígido, hurgué más allá de mi memoria selectiva y lo hallé. Ahí estaba, el tipo que más desprecio me produce, el que más lágrimas de indignación me produjo, el que me llevó a replantearme si yo era una masoquista empedernida, si necesitaba un psiquiatra o si tan sólo pasaba por una etapa de desequilibrio y buscaba una compañía similar.

Supongo (o quiero suponer) que todos cargamos con un muerto en el placard, una pareja que nos ha avergonzado por feo, desubicado, soberbio o simplemente por idiota. A este punto quería llegar. Yo no creo que este chico del que les voy a hablar sea mala gente, pero sí apuesto todo lo que tengo a que es un idiota. Y eso es más peligroso aún. Prefiero un mal tipo antes que un estúpido, porque ésta segunda opción te mantiene desconcertado siempre.

Vamos al caso puntual. M era un corto total pero mágicamente duró dos largos años en mi vida. Tenía todos los condimentos que podrían alejarlo de mi: jamás leía un libro, se reía a carcajadas con cualquier programa de televisión, se tiraban con sifones de soda con su familia en cada pelea y por sobre todas las cosas: era barrabrava de fútbol. Qué categoría, por favor. Si usted está ante un espécimen de este tipo, huya ahora.

Ejemplos para mantenerse alerta y detectarlo a tiempo. M vivía con la camiseta de Racing puesta. No importaba si íbamos a cenar para nuestro aniversario, si asistíamos a una gala de beneficencia, a un casamiento o a la Facultad, la llevaba tatuada en la piel. Ya en la segunda cita dió el primer indicio de lo que sería nuestra relación, pero no lo quise ver. Me llevó a la cancha haciéndome creer que veríamos el partido desde la cabina para la prensa y terminamos primero en los quinchos de la cancha saludando con un beso al Rulo, el jefe de la Guardia Imperial y más tarde en la popular entre todos los muchachos poniéndole el cuerpo a las avalanchas.

¿Sus planes brillantes a futuro?: un chanchito con monedas que algún día serviría para comprar Racing (sí, como lo leen, el club entero); la meta de ser el hincha con mayor asistencia a partidos de local; comprar una casa y empapelarla de celeste y blanco, y la peor: tener un hijo varón para llamarlo Chango (por el viejo goleador de Racing, el “Chango” Cárdenas).

Lo más patético de todo viene ahora, este engendro de hombre se ha casado, convive en pareja hace años y dicen que es feliz. Yo sigo dando vueltas, viviendo con mi mamá y bancándome las presiones de mi abuela porque pasan los años y sigo coleccionando novios.

Y todavía me pregunto: ¿Quién era más vivo de los dos?




La Capitana


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jueves, 29 de enero de 2009

El Bad Boy

Cuando tenía unos 13 años conocí un chico en la costa, más precisamente en el Play Land de San Bernardo. No me acuerdo cómo ni por qué nos pusimos a hablar, pero se nos hizo costumbre encontrarnos en la esquina del video game, afuera - que era el lugar donde tenías que estar si tenías un poco de onda y la verdadera gracia de ir al jugar a los games- (Ej. el cantante de Smitten estaba siempre, firme con su albidinez y guitarrita: luego de jugar al metegol con su hermana también albina).

Yo tenía menos onda que un alcaucil en vinagre, obviamente, como el día de hoy. Pero este chico la tenía toda, toda la onda de los 90 junta. Pelito largo, medio grunge, bastante grandecito para estar ahí pelotudeando. Tendría unos 20. Cuestión que todas las noches nos quedábamos ahí charlando, hasta el toque de queda impuesto por mi vieja. No sé de qué hablaríamos, yo le contaría que habría llegado a una nueva pantalla del Pac Land, o del Tetris, no sé... Sí me acuerdo que él me hablaba de todos los discos de Nirvana... eso me acuerdo bien, también que me explicó diez mil quinientas veces dónde mierda quedaba San Justo, que era su lugar de origen. "Es cerca de Ramos", me decía para orientarme - yo a los 13 años ni sabía dónde estaba la General Paz. También me acuerdo que se llamaba Gabriel, aunque con mi hermana lo habíamos apodado el BAD BOY porque andaba con una remera negra que decía eso en letras enormes. Siempre. No sé si era una marca o qué. Más precisamente, decía BAD BOY CLUB.

Yo nunca sabía si él gustaba de mí o qué, hasta que finalmente llegamos a la etapa de cruzar frente a los videos, al paredoncito blanco donde se iba a transar. Yo nunca le había dado un beso a nadie y no sabía como hacer para que me besara. Hoy por hoy ese problema no existiría, pero en esa época no me daba para encajarle un beso de la nada, me moría de vergüenza.

En un momento pasó el brazo alrededor de mi hombro y se rió de alguna pelotudez que dije. Pero creo que le parecí tierna y no se animó. Yo sabía que había pasado el momento... fue un segundo que tendría que haberle encajado ese beso no me animé. No sabía cómo.

Esa noche me acompañó hasta mi casa. Cuando llegamos, en la esquina estaba la barrita del edificio de la vuelta de casa. Y estaba mi pretendiente de aquella época. Un chico con el que jamás había hablado, como corresponde a esa edad. Extrañamente, era un chico muy parecido a mí, pero no en el sentido de personalidad o lo que fuere, en un sentido de aspecto físico. Tenía el pelo largo, castaño, y ojos claros... era flaquito, chiquito.... y grunge, obvio. A mí algo me gustaba.

Llegamos con el BAD BOY a la esquina: todos se quedaron boquiabiertos y dejaron de jugar a la pelota. Y todo para ver como un BAD BOY de veinte años me estaba acompañando a mi casa. No hubo beso, no hubo nada. Pero ellos no lo sabían. Yo escuché una vocecita de niño que grito: EH, BAD BOY!!! y posteriores risitas cómplices.

Al otro día vinieron las recriminaciones infundadas, como corresponde a esos casos. Mi pretendiente se me acercó en la playa (que conste que sólo éramos enamorados de ojitos), se sentó en mi lona y me habló por primera vez.

-Quién era el pibe ese que te acompañó ayer a tu casa? El de la remera de BAD BOY.

-Nadie, un amigo.

-Pasó algo?

-No.

-Estás segura?

-Sí.

-Bueno, más te vale.

Y con el mismo cuelgue con el que me vino a hablar, se levantó y se fue.
Al Bad Boy no lo volví a ver nunca más, a los días yo me volví a mi casa súbitamente y no habíamos intercambiado teléfonos. El mail no existía, lógicamente...

La fantasía de cruzármelo en el Play Land me duró por un par de veranos más, hasta que crecí y me hice amiga de chicos malos de verdad. Ahí empecé a jugar al pool con ellos y Play Land quedó en el olvido. Era el turno de los videos BLACK MACHINE. Ya era una adulta. Los chicos que me gustaban ahora, jugaban al Daytona y ponían a Los Piojos en la roccola. Los noventa habían terminado. O al menos faltaba muy poco para que así fuera.

Finalmente, algún que otro romance de verano fue suplantando al de mi BAD BOY, pero no fue lo mismo.

Hoy por hoy, creo fervientemente que mi primer beso me lo tendría que haber dado él y no el resfriado con gusto a moco que me lo terminó dando.

Si saco bien las cuentas, hoy el BAD BOY tiene 34 años.




Suave
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miércoles, 28 de enero de 2009

Cuestión de alergia




Por una extraña razón, como si hubiera venido fallada de fábrica, o con la estrella de la suerte apuntando al sur cuando yo camino por el norte, mi vida fue una cadena de desafortunados encuentros en cuanto al amor se refiere.

Seguramente tengo un imán alojado en las costillas que atrae a cuanto inmaduro emocional camina, un GPS anexado a mi muñeca que oficia de moderno radar para detectar hombres conflictivos y alérgicos al compromiso.

Desde que tengo uso de razón, cada relación que parecía crecer derechita, como un roble que promete ser frondoso y regalar buena sombra, se fue torciendo como el sauce y terminé quedándome echada sobre el pasto contemplando otra relación que se secaba.

Hay muchas categorías de hombres: el pirata, el eterno adolescente, el inmaduro, el “mamero”, el histérico, el narcisista… pero hay sólo una que me mira con ojitos de conquista: la raza de los que huyen ante la mínima posibilidad de establecer una relación.

Esa espécimen es un gran embaucador, un diseñador de lujo de ilusiones próximas a vencer. El típico que proyecta un plan para el próximo verano pero que desaparece antes del otoño, el que quiere que conozca a sus amigos pero donde escucha la palabra “grupo” inventa que sus conocidos viajaron en expedición al Tibet y que no sabe cuando vuelven. Es el mismo que va a decirme que soy tan maravillosa, tan increíble, tan perfecta, que merezco lo mejor, y por supuesto, él no va a entrar en esa categoría, si a gatas araña la categoría de hombre.

Ese tipo, es el que se sube a la bicicleta de carrera y que llama 40 veces el primer día, 20 el segundo, 10 el tercero, y a la semana, cuando se da cuenta que él no quería verse involucrado con alguien ni sentir esa dependencia que se le fue instalando en las vísceras, decide que hasta ahí llegó, hasta el umbral, hasta el borde del camino.

De este lado, se ve el abismo. Ese precipicio donde caen todas las relaciones que pudieron ser y no fueron, las palabras que se dijeron y los hechos que nunca sucedieron, los proyectos de un par de horas, las almohadas con perfume de algunas noches y esas ganas locas de encontrar el antídoto para esa alergia al compromiso que tienen algunos tipos y que los convierte en galletas a medio hornear, dibujos delineados sin colorear, cartas a medio escribir.

Proyectos débiles y temerosos, ocultos detrás de esos ojitos que mueren de amor sólo un segundo…

Blonda

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martes, 27 de enero de 2009

De abandonadores y abandonados


Tengo una relación medio rara con las películas: más que verlas, las leo. Así que puede ser que no me acuerde qué actores trabajaban, en que año se estrenó, de qué país era… pero si hay buenas frases, de eso no me olvido. En una de las tantísimas que vi, de la que no me acuerdo su nombre, ni su argumento, ni siquiera una sola imagen, se me grabó una frase que sirve de introducción a esta historia “hay personas que nacieron para ser amadas y otras para amar”. Por supuesto, como casi todos los que leen este blog, me identifico con el segundo grupo. Pero eso no es lo importante. Cuando me separé de M. reformulé la frase y lo primero que pensé fue “hay personas que nacieron para sentir que están abandonando y otras para sentirse abandonadas”.

Y esto de “sentir” sí es importante, porque en las separaciones, el abandono, la mayoría de las veces es una construcción. Esta idea del abandono como construcción recién pude alcanzarla al ver concluir la relación que más se pareció a la de mis viejos. M. era como mi mamá, pero menos apasionado, y yo como mi papá, pero menos violenta. Digamos que fuimos como la versión yanqui de la original italiana de mis progenitores.

A mí siempre me dejaron, hasta los que me importaban un pepino un día me dijeron chau. Y no es que M. me importase un pepino, pero la verdad es que yo no estaba bien en esa relación, me sentía extraña, incómoda y no veía la hora de que llegaran los créditos. No me pidan razones lógicas para esto porque no las hay. M. era adorable, lindo, inteligente, creativo, me hacía regalos, se acordaba de nuestro aniversario, mi familia lo quería, su familia era un amor, teníamos amigos en común, nos divertíamos, tenía también su lado oscuro, el cual no puede faltar para que la persona no se vuelva un pelmazo. En fin, no había nada de lo que me pudiera quejar, excepto… eso… tanta perfección... al lado de él la vida parecía una propaganda de crédito inmobiliario o tarjeta visa. Contuve mi monstruo todo lo que pude, hasta llegué a pensar en un momento que había desaparecido, pero no, un día estalló, y ahí empezó la cuenta regresiva. Lloré y lloré, el mundo se me cayó en la cabeza y lo único que podía decir es “quiero desaparecer”, “quiero desaparecer”. Nos separamos. Después él volvió.

Estuvimos unos meses más hasta que el monstruo, en vez de venir en paquete depresivo, se vistió de sarcasmo y mal humor. Ese traje es infalible, nunca me falló. M. se fue corriendo. Odié a mi monstruo. Me odié a mí. Odié esa tendencia incontrolable a sentirme abandonada. Aunque, ahora que las aguas se calmaron y apenas si hacen las olitas normales que produce el aire, me doy cuenta de que el monstruo no sale sólo, o no sale sólo por mí.

M. era tan positivo… tanto… que no sé si es justo decirlo, pero creo que llegaba a la necedad. Yo sufro. Sufro porque soy inconstante, porque no sé cómo se hace para tener plata, porque me sale un grano, porque no hago lo quiero, porque muchas veces ni sé lo que quiero. Ok. Y también sufro por la guerra, por el mundo de mierda, por la injusticia, la soledad, la desesperación de las personas, así, en general. Entonces, imagino que si fuese constante, si tuviese plata, si hiciese lo que quiero, si supiese que quiero, o si no me saliesen más granos… igualmente sufriría. M. eso no se lo bancaba. No digo que hay que estar tirada en la cama llorando por los palestinos, pero yo sentía que M. me exigía estar bien a toda costa y en todo momento (ahora que lo escribo creo que no es tan así, que no es del todo justa la imagen que estoy construyendo de M., pero mientras duró la relación yo lo sentía así). Retomo. Después de la segunda separación, lo llamé para encontrarnos y devolverle parte de la plata que me había prestado cuando me quedé sin trabajo. Charlamos, me dijo que estaba triste, que se sentía solo, que cada vez que estudiaba inglés pensaba en mí, que estaba linda. Nos acostamos.

Pasaron dos días y lo llamé. Le dije “volvamos a intentarlo” y él me respondió, cómo si estuviese leyendo mi mente, (porque en ese momento yo estaba pensando “si me extrañás… dale...”) “Juli, no es que te extrañe, estoy mal porque estoy solo”. Rotundo. Y acertado. Nunca me involucré del todo con M., es decir, sentía que esa relación la estaba viendo por tv. Sin embargo, él, nuestros amigos, todos los que saben de nosotros, todos, incluso yo, si tenemos que decir cómo terminó la relación diríamos que él me dejó. Esto de sentirme abandonada es la única construcción que sé hacer ante una separación y creo que es algo muy edípico. De alguna manera, es una necesidad profunda de querer mantener vivo a mi papá a través de mí. Cuando papá y mamá se separaron yo era muy chica, pero me acuerdo una frase que él le dijo a mamá y me partió el corazón, porque sabía cuán cierta era “yo sé que cuando me vaya no me vas a extrañar”.

Estar del otro lado, de los que dejan, tampoco es fácil, es por eso que no les guardo rencor a mis abandonadores. Pero ojalá llegue un día en que con alguien, a pesar de las guerras, la desesperación, el monstruo latente, el grano, etc, no tenga que pensar en estos dos lados.

Julia


rolandoyalberto.blogspot.com


lunes, 26 de enero de 2009

Separarse es complicado

Separarse es complicado. Todos de acuerdo.

Si no fuera tan complicado, sería impensable la existencia masiva de tantas parejas infelices. Por otro lado, conocer a alguien que nos interese y que se interese en nosotros es tan o más difícil que estar mal en pareja. Lo que media es la soledad o el estado de soledad.

A ver si soy clara. Después de que una/o estuvo en pareja, y se separa, no tiene la misma gracia adaptarse a los domingos a la tarde, planificar ir al cine, una discusión con un jefe, el gol que le hicimos a los de contaduría, nuestro nuevo corte de pelo o la cena de un martes. Todas esas mínimas ridiculeces las compartíamos con alguien. Bueno o malo, pero las compartíamos.

Desde que me separé hace casi seis meses -puf! Sobreviví- tomé varias decisiones. Y las cambié cien veces como era de esperar. Enumero algunas: quería citas para divertirme, no quería citas porque tenía miedo de aburrirme; quería ver a mis amigos todo el tiempo, no quería ver a nadie; quería no tener que depilarme en un mes, quería ir a la peluquería todas las semanas para estar hermosa todos los días. Y quería enamorarme. Eso no lo cambié, pero además de enamorarme quería el amor. El amor entendido como una alianza, una alianza pequeña y certera: ej: vamos al cine el miércoles, me vas a dar un beso cuando llegue a casa, vamos a despertarnos juntos, no me vas a criticar mi desorden ni yo tu impuntualidad. Pero eso, que parece así tan fácil, es bastante difícil.

Con Paula salimos mucho, muuuuucho. Y me hartó la cacería. A ver señores, momento: YO NO QUIERO SER UNA MINITA DE PASARELA PALERMITANA. No quiero ser elegida así, sin una charla, sin que importe quien soy. Básicamente porque quiero ser mi mejor yo al lado de alguien y quiero dar mi mejor yo. No quiero fingir, no quiero hacerme la estúpida, la histeriquita. Soy tímida, soy cursi, me gustan los gatitos, soy torpe y casi siempre llego tarde, me gusta comprarme zapatos tanto como ir a ciclos de cine. ¿POR QUÉ TENGO QUE PARECER SACADA DE UN PROGRAMA DE TELE DE LA TARDE? Pero parece que así funciona la cosa en la noche porteña. Ya ni te preguntan de qué signo sos.

Pero lo peor viene después. Si ya habíamos pasado la tortura de la histeria inicial, ahora viene la parte de las citas. Y todo empieza con el clásico: PASAME TU ……..(Tel, MSN, Facebook, blog, mail) Y las opciones son esperar (siempre incluyen esperar) un mail, mensajito, llamado, comment, toque, zumbido, etc. ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ HACEMOS ESTAS COSAS? Acá es donde se rompen los primeros pactos. Primero, ¿por qué es necesario esperar que el otro llame o nos hable como si estuviéramos en el siglo XIX? Y si realmente hay un interés ¿Por qué comunicarse vía msn o mensajito cuando todo se entiende mal por estos medios? ¿Tannnn difícil es levantar un teléfono y llamar?

Porque, vamos a ser sinceros, a nadie le gusta que lo tengan esperando. Y, en mi experiencia, después de que te separaste porque ya estabas harto de esperar atención del otro, no tenés ganas que el primer zanguango de la esquina te haga pasar por eso.

Mi cita ideal sería con alguien capaz de llamarme e invitarme a salir en media hora a tomar un café. Simple y espontáneo. Tan pequeño como esas cosas que una espera compartir con alguien, no grandes hazañas, sino al menos un mal chiste o una caminata. Si todo fuera un poco más fácil y estuviéramos más abiertos, no habría necesidad de temer la soledad, no solamente la de uno, sino también la que sentimos cuando estamos con alguien que se aleja sin querer queriendo.

Chicos, vamos a ser claros, tomen nota para el próximo sábado a la noche: es mejor ser sincero con lo que uno busca. Es mejor ser sincero. Y chicas, que el juego sea justo: no den un teléfono sin pedir uno a cambio. Si no se animan a llamar, por lo menos que sepan cuando llama él.


Cata


www.ahoraquemeentere.blogspot.com

Vacaciones con amigas


bla bla bla

Como todos saben me voy de vacaciones por una semana pero para no dejarlos tan solos dejé programadas algunas entradas de otras mujeres que también tenían ganas de hablar mal de los hombres.



Ah... y espero que sí. Que me extrañen.


XOXO



Paula


sábado, 24 de enero de 2009

Una simple cita (3)


RUDO Y CURSI
bla bla bla

La cartera de una chica no es cualquier objeto: es una extensión de su cuerpo. El misterio que esconde una mujer, su superficialidad o su riqueza, todo se puede develar de acuerdo a su cartera. Mi cartera, esa cartera, era algo de mí, y en su interior, además de mis llaves, mis documentos, la tarjeta, la plata, mis anteojos de sol, el libro que estaba leyendo, mi máscara de ojos, mi brillito labial, etc., etc., etc., guardaba un poco de mi optimismo y mi confianza con el mundo. Esa creencia un poco ingenua de que el mundo no es un lugar peligroso sino un lugar para descubrir belleza.

Pero volvamos a la historia, estoy con Gastón. Me acaban de robar la cartera. Tenemos la no muy brillante idea de salir a la vereda en busca del ladrón. ¿Qué pensábamos? ¿Qué lo íbamos a alcanzar? Ni que tuviéramos las habilidades de Batman y de La Mujer Maravilla. Si no fuera porque él estaba más afectado que yo, me hubiera puesto a llorar de la bronca, pero traté de minimizar la situación. Por suerte el celular lo tenía justo sobre la mesa así que en ese mismo momento llamé al número de urgencias del banco que Gastón tenía en su agenda. Una cosa menos. Ahora… ¿Cómo hago para entrar a mi casa? No. Nunca hice una copia. Sí. Soy una boluda. Pero lo sorprendente de esta situación es que de golpe Gastón dejó la timidez de lado. No sólo me resolvió el tema de la tarjeta en menos de diez minutos sino que fue tan caballero de ofrecerse a venir conmigo hasta mi casa y conseguir un cerrajero de urgencia. Me hizo sentir muy protegida, lo admito, y es un rasgo que me seduce mucho en un hombre.

PAULA:
- Mirá, a esta hora me van a matar con el precio. Prefiero irme a dormir a la casa de Cecilia.

GASTON:
- Si querés podés quedarte en mi casa. Te dejo la cama y duermo en el sillón.

PAULA:
- No. Gracias. Todo bien pero prefiero dormir con Ceci. – Me río y él también se sonríe.

Gastón está hablando más de lo habló en toda la noche. Me cuenta que a él siempre le costó un poco relacionarse y que por eso haberse separado le parece algo difícil de llevar. También me dijo, así, como si nada, que desde que me vió creyó que yo era una chica para conocer despacio, para conocer de verdad. Me hizo sentir entre especial y extraña. Hice una broma. Una de mis técnicas para cambiar el tema cuando me siento incomoda.

PAULA:
- Seguro que el ladrón era policía y que se están repartiendo mis cosas en la seccional.

El se rió a carcajadas.

PAULA:
- “A mí dame la máscara de pestañas para la gorda”, “yo quiero el monedero que no tengo monedas para el bondi”.

GASTÓN:
- “¿Cómo me quedan los antejos, jefe?”


Nos reímos los dos.

PAULA:
- Encima estaba llena de monedas. Eso me da más bronca. Tenía más monedas que el Banco Nación.

La llamo a Ceci para ir en busca de su consuelo. El me acompaña hasta la puerta de su casa.

GASTON:

- Che… Es un bajón. Me encantaría poder hacer algo para ayudarte.

PAULA:

- Ya me ayudaste. No te hagas problema. En serio.

GASTON:
- Es que no entendés… por ahí es algo que aprendí de mi viejo pero …

PAULA:
- ¿Qué?

GASTON:
- …me hubiera gustado cuidarte.

Ahí me abrazó. Fue un abrazo corto pero intenso. No me besó. Ni siquiera lo intentó ni yo tampoco tomé ninguna iniciativa. Sonó el portero y subí.


viernes, 23 de enero de 2009

Una simple cita (2)


RUDO Y CURSI
bla bla bla


Ya quiero salir de mi trabajo. Estoy mirando el celular todo el tiempo, impaciente, mientras se despeja la última mesa que me toca. Llega Mariana. Veo que en la puerta está Gastón. Me está esperando. Mira para los costados. Me hace una seña desde afuera.

MARIANA(que se da cuenta de la situación):
- Bueno, andá. Yo me encargo de esa mesa.

PAULA:

- Gracias. Voy a cambiarme al baño y te saludo.

Me miró en el espejo. Me saco el uniforme. Me pongo un vestido gris, uno de mis collares preferidos con piedras de colores y unas sandalias con cintas blancas que se atan con varias vueltas en el tobillo. Me arreglo un poco el pelo. No sé si será el shampoo pero lo noto más oscuro de lo habitual. Pienso en dejármelo atado pero finalmente me decido por dejármelo suelto. Sigo pensando en Chico-X. ¿Qué le habrá pasado por la cabeza? Encima la semana que viene me voy de vacaciones. Es sólo una semana pero igual. No voy a estar la próxima semana. Tal vez viene, no me encuentra y no viene nunca más. En ese momento me acuerdo que Gastón me espera afuera. ¿No tendría que estar pensando en él? No. Si vamos a ser sólo amigos. Tal vez hasta me pida que le presente a alguien. Salgo del baño. Voy a saludar a Mariana y al dueño, Nico. Me pagan una parte del sueldo. Guardo el sobre en la cartera. Estoy tan de buen humor. Unos días más y ya está: Tengo los pies en la arena. ¡Qué placer!

Voy al encuentro de Gastón que me está esperando apoyado sobre la pared.

PAULA:
- Hola. – le doy un beso en la mejilla.

GASTÓN (que me mira fijo):
- Eh… hola.

PAULA:

-¿Qué pasa?

GASTON:

- Nada. Perdoná. Es que…

Me doy cuenta que está nervioso. ¿Será la primera vez que sale con una chica desde que cortó con su ex? Hago bromas para alivianar la tensión. Se suelta un poco. Nos tomamos un taxi hasta los cines. El está muy callado lo que provoca que sea yo la que se pone nerviosa. Nos bajamos. La conversación no fluye. Realmente no fluye. Esto es grave. Por momentos siento que estoy en un monologo. Por otros sencillamente que estoy jugando a dígalo con mímica. No suele afectarme el silencio pero esto me parece una exageración.

Llegamos a boletería. Yo intento pagar mi parte pero él insiste y no me deja. Una de las cosas que me enseño la vida es que si él paga definitivamente es una cita, porque con los amigos se paga a medias. Vuelvo a insistir pero él no me deja. Elegimos Rudo y Cursi, algo liviano pero entretenido.

Cuando salimos del cine me invita a cenar. Yo primero dudo pero no sé me ocurre una excusa buena y acepto. A medida que pasa el tiempo él está hablando un poco más pero yo no logro desconectarme de la incomodidad inicial. Es un buen pibe, se nota, pero creo que le falta espontaneidad. Cuando termino de pensar en esto, que tal vez fue una conjetura temprana, pasa algo totalmente imprevisto. Un pibe se acerca a la mesa, manotea mi cartera y se va corriendo como Speedy Gónzalez.

PAULA:
¡Mi cartera!- grito desesperada.

Gastón se levanta y lo corré hasta la vereda. Yo voy detrás de él. Cuando llegamos a la esquina no vemos nada. Gastón está enfurecido. Creo que está peor que yo. Esta clase de cosas te ponen en una situación de total impotencia. Lo tranquilizo.

PAULA:

- Ya está –le digo. ¿Qué podemos hacer? -

GASTON:
- Nada - me contesta, lleno de bronca.

Y entramos de nuevo al restaurant.




(Continuará...)

jueves, 22 de enero de 2009

Una simple cita


bla bla bla

Les aconsejo que pongan atención. Peguen los ojos al monitor. Es hora de ponerse colirio. Lo que les voy a contar tendría que haber sido el relato de una simple cita… pero nada resultó como esperaba.

Hay una regla implícita del azar: después de meses de soledad cuando se aparece un hombre hay que aguardar sólo unos segundos y pasa: los demás hombres vienen detrás de él. Lo perciben como si tirarás sardinas en el medio de los tiburones. Es una suerte de instinto de supervivencia que se agudiza. Una ley de murphy sin patentar.

Gastón el tímido, no tan tímido, volvió a reiterarme su invitación al cine. Habíamos quedado que me pasaba a buscar después del trabajo. Fui al bar. Estaba un poco ansiosa de que por fin llegara la hora del cierre. Me estaba muriendo de calor entre la gente, yendo y viniendo de mesa en mesa, cuando percibo que Chico-X me está mirando atentamente.

Chico-X (que me saluda con un seco):
¿Qué hacés?

Paula-X (El no sabe mi nombre. Jamás me lo preguntó):
Todo bien. Con calor.

Me voy hacia atrás donde hay un pequeño pasillo lejos de la mirada de la gente. Me tocan la espalda. Me doy vuelta y entonces siento que me besan de sopetón sin que yo pueda reaccionar. Me corro. Lo alejo.


Paula-X:
¿Qué estás haciendo?

No me contesta y me vuelve a besar. Yo estoy dura. No logro coordinar una oración pero él tampoco espera que diga algo. Se va.

Y me quedé así. No sé bien qué pasó ni por qué.

Estoy impactada, descolocada, un poco enojada… ¿Con ganas de más?

(Continuará...)

miércoles, 21 de enero de 2009

Correo de Lectores


bla bla bla


Querida Paula:

Te escribo esta carta para contarte la efectividad de tus tips “Cómo tratar mal a un hombre y mantenerlo enamorado”.

Primero empecé por el vacío: y no sé si habrá sentido celos o le habré generado mucha intriga pero puedo decirte que tuve la mejor semana de sexo desenfrenado en todos los rincones de su departamento.

Después seguí con el técnica de la impuntualidad: él no lo llevó muy bien pero logré que me invitara a cenar a lugares re lindos para “esperarme” sentado y tranquilo.

El consejo que más me sirvió, sin embargo, fue el de competir por el trono de la Reina del Planteo. Me costaba expresar mis emociones, las pequeñas cosas que me volvían loca: desde que él nota mi insatisfacción no hace más que querer complacerme. Espero tu libro ansiosa.

Eternamente agradecida.

BIR (Blogger de identidad reservada).


lunes, 19 de enero de 2009

El dice, Ella dice


bla bla bla



Pau dice:

¿Mariana te dio mi mail? ¿Qué hiciste para extorsionarla?

Gastón dice:


Tengo cara de bueno, nada más.

Pau dice:

Son los peores. jajajja

Gastón dice:


¿Pero todo bien?

Pau dice:

Sí, no hay problema. Además confío en Mariana. Es una de mis mejores amigas.

Gastón dice:

¿Sí?

Pau dice:

Ella es la que me consiguió el laburo.

Gastón dice:

Ah. Mirá. Por ahí es medio desubicado pero te escribí porque me caes bien y tenía ganas de conocerte más.

Pau dice:

No hace falta que me expliques. Sobre todo si vamos a ser “amigos”. (Nótese un tono de ironía)

Gastón dice:


Jajajaj

Pau dice:

Aunque yo no creo mucho en la amistad entre el hombre y la mujer. (¿Fui demasiado directa? ¿Le tiré onda?)

Gastón dice:

Yo sí. Tengo amigas.

Pau dice:

Mis amistades con hombres siempre terminaron mal o demasiado bien podríamos decir. (Creo que hablé un poco de más).

Gastón dice:

jajajaja

Pau dice:

La mayoría de mis amigos entró en esa clasificación porque no funcionó de otra manera.

Gastón dice:

Yo soy amigo de mi ex novia aunque todavía es muy reciente.

Pau dice:

¿Te peleaste hace poco?

Gastón dice:

Tres meses.

Pau dice:

Ouch. Es horrible.

Gastón dice:

Fue lo mejor.

Pau dice:

¿Y quién tomó la decisión? (Siempre igual. No lo puedo evitar. Soy preguntona).

Gastón dice:

Umm. Eso no importa. ( Ah. Con que fue ella).

Pau dice:


Yo pasé por lo mismo. Pero peor. Al mismo tiempo perdí el trabajo y la estabilidad emocional. Jajaj Ya te estoy confesando cosas, “amigo”. (Y hablando de más, para variar).

Gastón dice:

Mejor. ¿Y de qué laburabas antes?

Pau dice:


En el departamento de comunicación de una empresa.(Pero me pagaban mal) ¿Y vos de qué laburás?

Gastón dice:

En una oficina en la parte de administración y de vez en cuando doy clases de bajo.

Pau dice:

Está bueno que te mantengas ocupado. De a poco uno se recupera de las rupturas. (No empieces con tus comentarios de triste chica cosmo, Paula, por favor)

Gastón dice:

¿Y? ¿Te vas de vacaciones?

Pau dice:

Ja. Parece que la semana que viene. Justo estamos organizando con las chicas.

Gastón dice:

¿ Adónde?

Pau dice:

A la casa de Angie en Mar de Ajó. Cuatro mujeres en un departamento de playa. (Son conversaciones como para grabar).

Gastón dice:

Uff. Ni me imagino.

Paula dice:

Jaja. Me hace mucha falta unos días de descanso.

Gastón dice:

Sí, ya sé. ¿A quién no?

Pau dice:

Es verdad.

Gastón dice:

Che… ¿te gustaría ir al cine antes de que te vayas?

Pau dice:


¿Al cine? Umm. No sé. Me suena a cita.

Gastón dice:

Jajjaj. Sos complicada.

Pau dice:

Ese comentario no te lo hace un amigo. (O al menos no uno reciente)

Gastón dice:

Te invito al cine como amigo. ¿Qué decís?

Pau dice:

Bueno, te confirmo mañana. Me voy, “amigo”.

Gastón dice:

¿Eso es un no?

Pau dice:


Es un sí encubierto. Tranquilo.

Gastón dice:


Viste que sos complicada.

Pau dice:

Sobre todo con mis amigos, Gastón. (Sobre todo con mis amigos).


Tienes un e-m@il


bla bla bla

“Paula:

El sábado fui a cenar pero justo a vos no te tocaba. :(

No quiero que pienses cualquier cosa. Le pedí tu mail a la chica que trabaja con vos. Mariana me lo dio porque pensó que estaba todo bien. Espero que no te moleste que te escriba. Me caes bien y me gustaría ser tu amigo.

Si querés agregame al msn y seguimos hablando.

Un beso.

Gastón”




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viernes, 16 de enero de 2009

Vulnerable


bla bla bla

Uno de mis libros preferidos es “Ancho mar de los Sargazos” de Jean Rhys. Ese es uno de los libros que yo saco a pasear junto a mis vestidos de verano. Me gusta llevarlo conmigo cuando sé que voy a tener que hacer tiempo. Cuando voy a tener que hacer un trámite, o esperar al médico o, como me sucedió ayer, esperar a una amiga que llegaba de su vuelo.

Supongo que es uno de mis libros preferidos porque llegó a mis manos en el mismo momento en que realmente me definí como escritora. De ahí en más caí en una suerte de un conjuro que cada tanto me gusta repetir. El libro es acerca de una chica, Antoinette, que crece en Jamaica. Al ser descendiente de europeos jamás se adapta del todo entre la gente de las Antillas pero tampoco los otros la consideran europea. La historia retrata maravillosamente lo que significa vivir entre dos mundos, entre dos civilizaciones. Para colmo, este hecho está agravado por lo que significa ser una mujer que además vive entre el sueño y la realidad. La pobre Antoinette se enamora de un inglés, Rochester, que le rompe el corazón.

Para aprovechar la demora habitual que hay en aeroparque me senté a leer. Estaba muy entretenida odiando a Rochester, cuando levanto la vista y lo veo. Me mira. ¿Me mira? ¿Me está mirando? Cierro el libro. Miro a mí alrededor para cerciorarme de que es a mí a quien está mirando. Repaso el monitor con la mirada en una suerte de movimiento involuntario para volver a fijar la vista en él y no quedar demasiado evidente. Ahora él está mirando hacia otro lado, así que yo mantengo la vista en su cara unos segundos. Parece un poco triste. Se da vuelta. Nuestras miradas chocan. Su mirada es intensa. Casi me duele. Bajo la vista. Vuelvo al libro. “Cómo pueden ser irreales los ríos, las montañas y el mar?”- le pregunta ella al inglés. Él le contesta “¿Cómo pueden ser irreales millones de personas, con sus casa y sus calles?” Para Antoinette, que creció en una isla, las grandes cuidades le parecen irreales, casi como un sueño. A mí todo en este lugar me parece irreal, deshumano. Me hace sentir vulnerable. Lo miro. Me mira. Estoy tan vulnerable pero él no lo sabe. Por un momento me da la impresión de que quiere hablarme, decirme algo, ensayar un acercamiento, pero no. No lo hace. Lee el monitor. Se levanta. Llegó el vuelo que estaba esperando. Vuelve a mirarme. Le sonrió. Me sonríe mientras se aleja. Ahí se va otro amor a última vista.

Vuelvo al libro.

“Esto es irreal y como un sueño”- dice Rochester.

“Esto es irreal y como un sueño”.










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miércoles, 14 de enero de 2009

POLEMICA EN EL BAR


bla bla bla


A medida que pasa el tiempo una no deja de aprender cosas. Mis habilidades con la bandeja me tienen boquiabierta. Lo más torpe que hice hasta ahora fue volcarle dos daikiris a mi jefe y después disculparme reiteradas veces con risa nerviosa. Salvando ese detalle, no tiré nada, no rompí nada, y, por suerte, todavía no me caí en frente de todos como suele pasarme.

Cuando pienso en mi nuevo trabajo, que nada tiene que ver con la oficina en la que trabajaba, se me vienen a la mente otras camareras con las que me llevaría bien: Carol (Mejor imposible), Frankie (Frankie y Johnny) y la bomba sexy de Sookie Stackhouse (True Blood). ¡Son como mi modelo a seguir!

La verdad que me parece divertido. Además, por supuesto, cada tanto se me acerca a algún chico.

Hay uno que por momentos parece bastante tímido. Es lindo, es simpático y siempre me hace bromas al pasar. Se llama Gastón. Ya vino un par de veces e intercambiamos algunas palabras.

GASTON:
- ... Paula... Qué lindo nombre. ¿Y cuántos años tenés, Paula?

PAULA:

- emmm (que piensa unos segundos) Veinticinco. ¿y vos?

Y siempre hablamos un rato entre mesa y mesa.

Una vez, de la nada, me dijo:

GASTÓN:
- Yo le agregaría un par de centímetros a esa pollera.

Yo me reí aunque no me parecía tan corta. El problema de Gastón es a lo que se dedica: es bajista. Es decir: no pasa la inspección anti-músicos.

Hay otro chico, muy alto, de mirada masculina, que vino una sola vez pero que fue muy directo. De pronto se acercó y escuché qué me decía sin ningún preámbulo:

Chico X:
- ¿A qué hora salís?

Enseguida le cambié el tema porque me puso nerviosa y le contesté:

PAULA:
-¿Te llevó otra cerveza a la mesa? - y me di vuelta huyendo despavorida.

No sé que se pensaba ... ¿Qué me iba a entregar en bandeja?

También está el que viene con la notebook y me mira. Tiene anteojos pero detrás de los lentes se notan unos profundos ojos negros. Me mira descaradamente. Es interesante aunque parece un poco agrandado. Por momentos me da una sensación muy extraña, como si ya lo conociera. Trato de pensar en qué lugar nos podríamos haber cruzado pero no lo sé. No lo tengo claro. Siempre pide un agua mineral.

Pero lo que más me llamó la atención de los últimos días es que, mientras miraba hacia fuera por uno de los ventanales del bar, lo vi a Matías no-perfecto de la mano con otra.



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lunes, 12 de enero de 2009

20 lugares comunes en los que cae un hombre (4)


bla bla bla


1- Creo que estoy confundido.

2- Dejemos la luz prendida.

3- Sos una gran mujer pero acabo de salir de una relación.

4- Pero con esto no se siente nada.

5- Me están esperando los chicos.

6- Te llamo.

7- Sos demasiado para mí.

8- Uy. Me olvidé la billetera.

9- Ya vas a conocer a la persona que vos necesitás.

10- Me tengo que ir.

11- Igual me gustaría ser tu amigo.

12- Tenía el celular sin batería.

13- Fue un accidente. No sé que me pasó.

14- Pero la próxima invito yo.

15- ¿Cuánto tiempo tardás en cambiarte?

16- El lunes te mando un mensajito.

17- ¿Estás lista?

18- Te escribí pero no te llegó.

19- ¿Y? ¿Estás lista?

20- Es que yo no te merezco.


jueves, 8 de enero de 2009

Eterno resplandor de una mente sin recuerdo


bla bla bla

Seguro que te olvidaste… hoy es nuestro aniversario. Quise hacer de cuenta que era un día más pero algo estaba esperando. No sé. No. No estoy llorando. Me alegro que hayas venido a visitarme. Tengo una idea. Hoy no vayamos al trabajo. Faltemos. Si. Si. Hoy es una ocasión especial. Si, ya sé que tenés responsabilidades. Yo también. Pero viste cómo es. Uno nunca sabe. Tal vez el año que viene estamos muy ocupados para esto. Digamos que estamos enfermos. Quedémonos en cuarentena. Sí. Ya sé. Soy una tonta. No tendría que dedicarte ni un segundo pero ya avisé en el bar. Hoy es una fecha especial. ¿Qué? ¿Querés que te cante? Si me decías que cantaba re mal. A mí siempre me gustó cantar pero a veces no cantaba para no molestarte. Y ahora querés que te cante. Hombres. Quién los entiende. No. No. No me pidas perdón. Ya no estoy enojada. Ya te perdoné. No hace falta, te dije. Yo fui muy feliz con vos. Muy feliz. Demasiado. Sobre todo en la época que me mirabas con cara de boludo. Adoraba tu cara de boludo. Tenías la más linda cara de boludo del universo. Si, a mí se me achinaban los ojos cuando te miraba. Ya sé. No. Ja ja ja ja ja. Ahora besame. Umm. Besame otra vez. Es raro. Ya no siento lo mismo. Bueno, tampoco te lo tomes así. No. Por favor. No me empieces a contar otra vez esa anécdota de cuando eras chico. De cómo asustabas a las gallinas de tu abuela. La tenía que escuchar una vez por semana. Dame un descanso. Pero hoy voy a tener que escuchar tus chistes malos sin quejarme. No, no quiero que me lleves a cenar. Quedémonos así. Aja. Si, te dije eso pero te mentí. No fuiste lo peor que me pasó en la vida. Si. Ya sé. Yo también estuve mal. Es más, aunque no me creas, no te quiero ver solo mucho tiempo más. Me da cosa que estés solo. A veces te imagino solo y triste escuchando ese cd con el que te torturabas, con la heladera vacía, como yo, y me dan unas ganas de llorar. Si algo teníamos en común era en la manera en que odiábamos ir al supermercado. Las familias yendo y viniendo. El frío del aire acondicionado. Vos te ponías de muy mal humor. “Quedate acá”, me decías. “No te muevas”. Era como si tuvieras miedo de perderme entre las familias. Quién lo hubiera dicho. Y abro mi heladera y la veo vacía y me dan ganas de llorar. Y no por mí, eh. Por vos. A mí me gustaba verte reír. A veces me acuerdo de tu cara mirándome, así, como con odio. Yo sólo quería verte reír. No sé bien en qué momento nos dejó de salir lo que al principio nos salía tan fácil. Quién lo hubiera dicho. Si, de verdad. En serio. Ya no estoy enojada. Para nada. Es más, te doy la razón en muchas cosas. Umm. ¿Qué me estás proponiendo? No. Ni loca. Ahora ya es tarde. Era cierto todo eso de que tenía mucho por vivir, que no estaba preparada. Pero yo te quería mucho. Te quise mucho. Ahora no. Te dije que no. Hace unos meses que no me quedaba hablando con vos hasta la madrugada. Te acordás de ese día en ese bar horrible. El del papel tapiz espantoso. Yo estaba tan triste y vos te mostrabas tan feliz. Me contabas de tu viaje, de tus cosas y todo lo que pensabas hacer mientras yo te miraba al borde de un ataque de llanto. “Parezco tan feliz que me odiás, ¿no?”, preguntaste. Y te dije que sí. Yo estaba hecha un desastre. Hasta lloraba en público, entendés. Qué vergüenza. Cómo querías que me alegrara de verte feliz. Y ahí te ablandaste un poco: “Yo también te extraño. Hay noches que me abrazo a la almohada y pienso en vos”. Cuando dijiste eso me puse peor. Era muy doloroso imaginarte solo, triste, con la heladera vacía y hablándole a la almohada. Te dije: “Vamos al cine. Es domingo. No quiero estar un domingo así” y me llevaste al cine. Te costaba decirme que no. Me estabas dejando y me llevaste al cine. Eso fue genial. Así se termina una relación. Nada de portazos. Nada de gritos. Pantalla grande, luces y final. Finalmente lloré en una parte en que no pasaba nada. Vos lloraste en la parte que había que llorar. Me gustaba eso. Que a veces llorabas en el cine. Te lo confieso. Te quedaba lindo. Después salimos de la sala y yo fui al baño. Había una viejitas que me miraban. Me miré en el espejo un rato. Era tan obvio. Lo veía tan claro. Ya no era la misma. No hacía falta de que me cortara el pelo, me hiciera una tintura o estrenara unos lentes de contacto. Nunca iba a volver a ser la misma. Los espejos enseguida se dan cuenta de esas cosas. Pero no. Ya no estoy enojada ni triste. Sólo un poco melancólica. Cuando salí del baño me esperabas en las escaleras y salimos de ahí de la mano. Fue la última vez que caminamos de la mano. Pero no hablemos de cosas tristes. Hoy estamos celebrando el noaniversario. Me siento tonta hablándole a la almohada pero no es la primera vez que me hacés quedar como una tonta.

Si al menos tuviera algo en la heladera. Pero no.





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miércoles, 7 de enero de 2009

COMO TRATAR MAL A UN HOMBRE Y MANTENERLO ENAMORADO(4)

La Reina del Planteo
bla bla bla

Si estás en la primera etapa de una relación tu aspiración deberá ser consagrarte la Reina del Planteo. Si la mujer no se posiciona antes que el hombre como la Reina del Planteo el trono quedará libre y lo ocupará él.

Los hombres son hijos del rigor. Al principio una lo intuye. Después, a través de la dura experiencia, termina por confírmalo. Repito: los hombres son hijos del rigor.

Mi consejo es simple: Si a vos no te molesta que él vaya al gimnasio con su novia de la infancia, no importa. Fingí que te molesta. Avivará la pasión y lo harás sentir que cuidás el terreno.

Si es miércoles y no te llamo para ir al cine, y aunque vos estás cómoda en tu casa mirando Lost, eso no importa. Fingí que te molesta. Sentarás el precedente para que no cambie los planes a su conveniencia.

Si al principio te cuesta utilizar estratégicamente las habilidades de esta técnica, probá hasta que te salga naturalmente. Seguí intentándolo. Todas tenemos una Reina del Planteo adentro que tenemos que descubrir.

Nada de tibieza ni de indecisiones. La Reina del Planteo no se permite términos medios. Se sabe dar su lugar. Impone sus puntos de vista y sus necesidades, incluso en la cama, donde él se esforzará por complacerla.

La Reina del Planteo da pequeños pasos que sientan precedentes. Al fin y al cabo, y aunque suene ilógico, en las perversidades de la relaciones

el que se queja primero siempre es el que gana.


lunes, 5 de enero de 2009

RANDOM(3)


Hay gente que llegó a este blog mediante estas palabras claves:
bla bla bla

1- Delineado de los emos.

2- Desventajas del delivery.

3- Avenida Forest Matías.

4- Dice que es gay pero parece que le gusto.

5- ¿Qué hacer si tu novio te dice que tenés mal aliento?

6- Historia de la chica que murió por amor.

7- Le quiero comer la boca a Paulita.

8- Mi ex me eliminó del facebook.

9- No sé por qué me dicen inmadura.

10- La mujer más tetona del mundo y el hombre más pichón.

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