
bla bla bla
A medida que pasa el tiempo una no deja de aprender cosas. Mis habilidades con la bandeja me tienen boquiabierta. Lo más torpe que hice hasta ahora fue volcarle dos daikiris a mi jefe y después disculparme reiteradas veces con risa nerviosa. Salvando ese detalle, no tiré nada, no rompí nada, y, por suerte, todavía no me caí en frente de todos como suele pasarme.
Cuando pienso en mi nuevo trabajo, que nada tiene que ver con la oficina en la que trabajaba, se me vienen a la mente otras camareras con las que me llevaría bien: Carol (Mejor imposible), Frankie (Frankie y Johnny) y la bomba sexy de Sookie Stackhouse (True Blood). ¡Son como mi modelo a seguir!
La verdad que me parece divertido. Además, por supuesto, cada tanto se me acerca a algún chico.
Hay uno que por momentos parece bastante tímido. Es lindo, es simpático y siempre me hace bromas al pasar. Se llama Gastón. Ya vino un par de veces e intercambiamos algunas palabras.
GASTON:
- ... Paula... Qué lindo nombre. ¿Y cuántos años tenés, Paula?
PAULA:
- emmm (que piensa unos segundos) Veinticinco. ¿y vos?
Y siempre hablamos un rato entre mesa y mesa.
Una vez, de la nada, me dijo:
GASTÓN:
- Yo le agregaría un par de centímetros a esa pollera.
Yo me reí aunque no me parecía tan corta. El problema de Gastón es a lo que se dedica: es bajista. Es decir: no pasa la inspección anti-músicos.
Hay otro chico, muy alto, de mirada masculina, que vino una sola vez pero que fue muy directo. De pronto se acercó y escuché qué me decía sin ningún preámbulo:
Chico X:
- ¿A qué hora salís?
Enseguida le cambié el tema porque me puso nerviosa y le contesté:
PAULA:
-¿Te llevó otra cerveza a la mesa? - y me di vuelta huyendo despavorida.
No sé que se pensaba ... ¿Qué me iba a entregar en bandeja?
También está el que viene con la notebook y me mira. Tiene anteojos pero detrás de los lentes se notan unos profundos ojos negros. Me mira descaradamente. Es interesante aunque parece un poco agrandado. Por momentos me da una sensación muy extraña, como si ya lo conociera. Trato de pensar en qué lugar nos podríamos haber cruzado pero no lo sé. No lo tengo claro. Siempre pide un agua mineral.
Pero lo que más me llamó la atención de los últimos días es que, mientras miraba hacia fuera por uno de los ventanales del bar, lo vi a Matías no-perfecto de la mano con otra.
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