
Cuando era chica tenía un amigo que se llamaba Juancito. Salíamos a juntar renacuajos en frascos de vidrios por las zanjas de barrio. Era nuestra diversión.
Un día, Juancito, puso su mirada de Sherlock Holmes y me señaló un charco:
- Cuando las ranas hacen ese ruido es porque va a llover.
Yo me mordí el labio inferior, en claro signo de desconfianza.
- Sos un mentiroso. Le voy a preguntar a mi mamá.
Pero llovió toda la noche nomás.
Fue la primera vez que un hombre me sedujo por su inteligencia.