martes, 27 de octubre de 2009

Instrucciones para sacarse una curita


O distintas formas de elaborar un duelo
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Supongamos que tenemos una herida abierta sobre la rodilla. La herida sangra y necesitamos cubrirla. Como somos prácticos, le ponemos una curita encima. A los días, cuando la herida está un poco más cicatrizada, debemos quitar la curita. ¿ Pero cómo es mejor sacarla? ¿De a poco o de un tirón? Ambos mecanismos son válidos y tienen sus pros y sus contras. Si saca la curita de a poco el dolor es menor y eso es lo positivo. Lo negativo es que de esa forma se tarda más tiempo. Si se saca la curita de un tirón podemos hablar de un procedimiento rápido y efectivo pero muchísimo más doloroso. ¿Entonces? ¿Cómo es mejor quitarse la curita?

Algunos ejemplos

Mi amiga Angie estuvo de novia ocho años con el mismo chico. Era de esas parejas que se vivían peleando pero que seguían y seguían sin que ninguno alterara el pequeño ritmo del otro. Sus familias, la familia de cada uno, era la extensión de la propia. Incluso Angie se llevaba mejor con su cuñada que con su propia hermana. Pero el tiempo era un aliado y un enemigo. El mundo se abría como un abanico lleno de posibilidades que ninguno de los conocía por estar en la burbuja de ese noviazgo. El primero en tener curiosidad por el mundo exterior fue él que empezó a salir con otra. Se separaron durante seis meses pero otra vez volvieron. Igual ya no era lo mismo. La válvula de escape estaba abierta. Un año después, mi amiga hizo un viaje al exterior por tres meses pero no volvió por ocho. A la distancia, dejó a su novio. No fue algo tremendo. Los dos se lo tomaron bien. Todavía se llaman cada tanto para saber cómo están pero casi ni se extrañan. Estuvieron todo el tiempo que quisieron juntos, se disfrutaron, se quisieron mucho, y finalmente, cuando llegó el momento, se separaron. Cada uno siguió con su vida.

Mi amiga Claudia, en cambio, nunca fue de estar de novia. Pero hubo una excepción a la regla. Lo conoció una noche de verano en Plaza Dorrego cuando él le invitó una cerveza. Para sorpresa de todos sus amigos, se puso de novia casi inmediatamente y su discurso de la “independencia de la mujer” se fue al tacho. Se enamoraron con intensidad y les fue muy bien por dos años y medio. Pero de un día para el otro, él decidió que ya no estaba “tan enamorado”. La decisión fue muy drástica y terminante. No hubo reconciliaciones ni idas y vueltas. El día que él quiso terminar, terminaron. Mi amiga Claudia se hundió en un dolor del tamaño de una ballena con un arpón clavado en el medio de los ojos. Lo superó de a poco. Recién ahora está con otro chico.

¿Entonces? ¿Cómo es mejor quitarse la curita?


Las opiniones

El hecho es que hay mucha gente que realiza la étapa del duelo mientras todavía está en pareja. Pero hay otra que empieza su duelo justo pero justo después. ¿Hay un método mejor que el otro? ¿Es mejor seguir en una relación desgastada pero segura o es mejor dejarse ir en el momento justo aunque duela tanto pero tanto como sólo lo saben las ballenas?

Marina, una compañera de la facultad, me dijo “Cada vez que me peleaba con mi ex, yo me lloraba todo. Me acuerdo que una vez estuve tirada en la cama como por una semana. Mi tía se acercó y mientras todos me preguntaban cómo no era yo la que ponía fin a esa historia, ella sólo me dijo ¨Yo te entiendo. Es mejor volver y separarse millones de veces hasta un día, el día menos pensado, ya no te duela¨. Y fue así, tal cual. Volvimos y nos separamos tantas veces que ni nos dimos cuenta cuándo fue realmente que terminamos”.

En cambio, Clara, una recepcionista del lugar donde trabajo, me confesó: “Me arrepiento de todo el tiempo que perdí con mi ex novio. Tantos años que estuve con él para que un día me diera una patada. La verdad que me arrepiento. Tendría que haber cortado la primera vez que nos separamos. Los dos años que vinieron después estuvieron de relleno”.

Claudia, en cambio, siempre me dice que si un día antes de conocer a su ex, le hubieran advertido cómo iba a terminar todo, ella igual se hubiera tomado esa cerveza.

¿Y yo? ¿Qué pienso yo? Yo soy de las que prefieren las relaciones intensas aunque también tengan finales intensos. No importa el tiempo que lleve en el medio. Después de todo la gente que piensa que “perdió el tiempo” al momento de terminar una relación no sabe “ganar”, ni aprender, ni tiene una meta que trascienda a la historia.

Pero lo que no entiendo es… ¿Por qué me tengo que sacar la curita? ¿Por qué? ¿No me la puedo dejar hasta que se salga sola de la rodilla?

lunes, 19 de octubre de 2009

Concurso Oblogo


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Salió el concurso Oblogo, donde pueden encontrar dos de mis post:

- Instito animal: O la teoría del romanticismo biológico. Votar



Besotes y Gracias por estar ahí!

PLM

jueves, 15 de octubre de 2009

Proclama a favor de la liberación masculina


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Pienso que lo mío es una clase de machismo solapado, pero yo creo que hay cosas que los hombres hacen mucho mejor. Mucho mucho mejor.



Cocinar, por ejemplo.




Supongo que se remontará cuando, a sólo dos años de terminar el secundario, me fui a vivir a Congreso y trabajaba como recepcionista en un café cheto de Recoleta. Mi puesto de trabajo quedaba cerca muy cerca de la puerta de cocina, que en las horas no pico, era también mi puesto de entretenimiento.

Ahí estaban ellos: el chef, el ayudante de cocina Nº 1, el ayudante de cocina nº 2, el bachero, y los dos de limpieza, que eran realmente toda mi motivación laboral. Y ahí estaba yo, tan chiquita. Sin mamá que me cocinara. El vínculo fue inmediato. Si me daban comida no había nada que negociar. Me tenían a sus pies.

Lo mejor no era eso. Sino la situación: Imaginense: Recién llegada a la ciudad y rodeada de hombres. Escuchando conversaciones de hombres. Todos de distintas edades. De distintas clases sociales. La única mujer entre ellos. Era fantástico. A los mozos ni los miraba. Mi amigos eran los de la cocina. También ahí aprendí lo dificil que son las relaciones para los hombres. Los felices que pueden ser cuando están en grupo. Y que, salvo que alguna chica les obstaculice la visión, los hombres no hablan (o hablan apenas) de las mujeres. A nosotras, bien lo dice este blog, no importa el coeficiente intelectual o la clase social, siempre terminamos hablando de ellos.

Algunos, sobretodo los más grandes, me trataban como una hija. Eso sí. Siempre se tiraban un por las dudas. Había uno más insistente que los demás. Él más joven. Pero la verdad, es que con los seis, tuve una relación de compañerismo muy protectora.

Me consentían. Mucho. Llegaba y me preparaban un tostado. Lo mejor de todo era la cena. No había un día que no me cocinaban lo que quería y como yo lo quería. Eso no es nada:. Cualquiera de sus platos eran dignos de un catálogo. Me presentaban el plato y todo, en vez de pegarme una patada que fuera tan fuerte que sirviera para devolverme a la madre que me volvió tan malcriada. Claro. Como yo recién empezaba con el discurso de la independencia no medía con habilidad mi suerte. "Pero no le pongan orégano, porque no me gusta". Y ellos le sacaban el orégano. No, que si me los cruzo por la calle soy capaz de tirarmeles encima. Ninguno de los chicos con los que salí me trató tan bien.

Finalmente, cuando dejé de trabajar ahí, además de adelgazar como cuatro kilos, extrañaba un montón a las papitas noisette... y a mis compañeros de la cocina. Esos mismos que, siguiendo el viejo truco, me conquistaron por el estómago. Nunca más me los volví a cruzar pero juro que siempre los recuerdo con mucho cariño.
Por eso es que siempre voy a sostener, de puro agradecimiento, que los hombres cocinan mejor.

Hombres, abandonen sus profesiones rutinarias. ¡No lo duden! ¡Deberían dedicarse a eso!

martes, 13 de octubre de 2009

Grandes preguntas existenciales (1)


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1- ¿Cuál es el sentido de la vida?

2- ¿Por qué la historia argentina siempre se repite?

3-¿Por qué las cebras tienen rayas y los elefantes no?

4- ¿A qué se debe el efecto de refracción?

5- ¿Por qué no estudié administración? (O al menos algo que se explique fácil).

6- ¿Qué podemos hacer contra el calentamiento global?

7-¿A qué misterio le podré adjudicar que no tengo señal en mi cama? ¿ O acaso eso en sí mismo ya es una señal?

8- ¿Me conviene un chico de Piscis?

9- Si hubiera visto "El no está interesado" a los 16 años ... ¿Otra hubiera sido la historia?

10- ¿Por qué los hombres cuando se pierden nunca preguntan una dirección?



viernes, 9 de octubre de 2009

La oscuridad y yo

No preguntes por quién doblan las campanas
bla bla bla

El domingo pasado, cuando llegué a mi casa, justo en el ínterin en el que meto las llaves y paso el hall de entrada, bajan una camilla con un cadáver. Le pregunto al portero “qué pasó”, mientras retira el cuerpo una mujer policía con la cara afligida. “Se suicidó el señor del 5to.”, me contesta muy triste. No sé por que yo había pensando que era una mujer el cuerpo que estaba cubierto. Ahí nomás me enteré que era un hombre, que un día antes estuvo viviendo en mi mismo edificio, un extraño cercano, que se habrá tenido una vida llena de cosas buenas, de cosas malas, y que decidió acabar con todo un domingo de primavera, mientras desobedecía abiertamente la prohibición de Alejandro Casona.

Ante mi relato cada una de mis amigas reaccionó a su modo:

Julia:
- ¡Qué clisé! ¡Matarse un domingo! Si yo me suicido me voy a suicidar un lunes.

Cecilia:
- Bueno, al menos no escuchaste el tiro.

Andrea:
- ¡Qué olor a fiambre!

Angy:

- Qué triste. ¿Lo conocías?


Y pasó. Pasó. El portero sonríe. La gente sube y baja por el mismo ascensor donde descargaron el cuerpo. Nadie ya lo recuerda. Al otro día me enteré que una de mis amigas del secundario está embarazada. Digamos que de eso se trata el ciclo de la vida.

Sin embargo, de vez en cuando lloro por ese extraño que jamás conoceré. Quizá intercambié alguna frase como “Qué día horrible”, “Otra vez subieron las expensas”. No lo sé.

Hoy en la oficina mientras estaba tipiando me llega un mensaje de Gastón.

SMS de Gastón:
¿Estás bien?!! ¿Qué pasó?!!”

SMS de Paula:
- Nada. ¿Por?

SMS de Gastón:
- Por el mensaje de anoche.

Miro mi bandeja de salida y lo leo. Anoche mandé un mensaje del que no tengo memoria alguna a mi ex “no se qué cosa” que además vive en otro país. El sms decía: “Tengo miedo”.

Lo habré escrito justo antes de dormirme. En el momento previo al sueño incluso suelo hablar y no recordar nada al otro día pero jamás (lo juro) había mandado un mensaje. Y mucho menos, un mensaje tan revelador. Y me sentí sola. Y tuve que ir al baño a llorar por tener miedo de noche y dormir con la luz prendida como si tuviera 8 años. Y, para colmo de males, necesitar a alguien que está tan lejos.

martes, 6 de octubre de 2009

Ahora sí


bla bla bla



Paula:
-¡Esto no puede seguir así! En que quedó la parte de “Buenas condiciones de trabajo” que hablamos el día en que empecé. ¡Yo quiero otra computadora! No es por una cuestión de buen gusto o un capricho mío, es que así no se puede trabajar.


Fernando: 
- Bueno, bueno, Paula. Tranquila. Voy a ver que puedo hacer.




Ese viernes salí de la oficina con un humor espantoso pero había defendido mis derechos laborales. El lunes, al mediodía, se acercó el técnico para hacer un backup de mis cosas. Yo tenía un buen presentimiento pero no esperaba esa velocidad de acción. Cuando volví del almuerzo me esperaba una nueva computadora.  Divina. Tocás el teclado y se desliza. No navega, vuela. ¡No lo puedo creer! ¡Me escucharon! Lo malo es que ayer sentí el odio generalizado de mis compañeros.  Fabián me dijo "Cuidado con como le devolvés el favor a Fernando". Yo lo mandé a ... bueno, ustedes se imaginan. Y fui muy clara: "Si ustedes no se quejan nunca jamás les van a dar bola".




Ahora… mi próxima meta es la notebook.

jueves, 1 de octubre de 2009

Furiosa


bla bla bla



Creo que desde que empecé a trabajar en Acme Inc nunca me queje de nada. Ni de la inflación ni del Dengue. Ni siquiera de la mala organización de la cupula. Tampoco me quejé ayer cuando en el after office Diego Redford después de histeriquearme todo el día se haya ido con la rubia de administración.

Es más, ayer, cuando “accidentalmente” Vanesa me pisó y me destrozó el dedo meñique, aunque tuve ganas de matarla, respiré profundo y, mientras me juraba en secreto que me las iba a pagar, miré al piso. Fui paciente con también con sus amigas. Tolerante con el mal aliento de las arpías. Hice meditación casi a diario y hasta estuve pensando en anotarme a Tai-Chi.

Vuelvo a repetirlo. Desde que empecé nunca me quejé de nada. No me importa que Vanesa me odie ni que Fernando, mi jefe, me mire las piernas. No me importa tener dos amigos nerds y una amiga chusma. Tampoco me molesta no tener tiempo ni para ir a almorzar. Ni hablar de que sacar un turno con la depiladora se volvió algo digno del argumento para una saga de Misión Imposible. No me molesta sentirme la mujer invisible aunque con las desventajas de no tener ese lomo setentoso. Y ni hablemos deque la sensación se intensifica cada vez que pasa Martín.

Pero que mi computadora no ande bien… eso es demasiado. Es demasiado. Es demasiado.

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